martes, 15 de junio de 2010

POR LA VIDA

“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir"
San Juan 10: 10

Yo iba hacia la tierra,hacia el árbol,hacia el hombre
con el corazón puro, henchido de contento,
me enternecía la flora,me conmovía el viento
y toda absorta mi alma era un himno sin nombre.

Yo hundía mis manos ávidas en la tierra, las raíces
vivas sentía del árbol,besaba su corteza
rugosa, con los labios palpitantes,felices,
mis ojos embriagados de una agreste belleza.

Una dicha tremenda palpitaba en mi pecho.
Por mi piel corría el zumo y la savia del gajo.
"Yo pensaba que el hombre que arrancaba de cuajo
la planta, estaba enfermo de un errado despecho.

Y ante tanta maldad y destrucción sin causa
maldije la inconsciencia de mi raza y de su hacha,
y pedí una hora, un instante, una pausa.
Me avergonce yo mismo.Con la cabeza gacha

camine por el campo desierto y desolado
sintiendo en mis pies la tierra caliente.
Un yunque eran mis sienes.El músculo potente
que ayer trizo la vida estaba avergonzado.

De todo el suelo herido se alzaba una plegaria:
me imploraban las bestias, la raíz,la planta, el fruto;
solidario era mi ser, mi afán absoluto,
urgía salvar entonces la fuente originaria...

Asociada a mi angustia la lluvia de la cumbre
mojo la faz herida y agostada del suelo,
y el sol brillo mas limpio con portentosa lumbre
y las aves batieron sus alas hacia el cielo.

Pero yo insistí aun, ¡ no basta que el follaje
reverdezca tan solo por designio divino,
es preciso que el hombre, con el mismo coraje,
deponga para siempre su instinto maligno
y no propine al suelo su despiadado ultraje

y no vuelva la tierra un inhóspito yermo!...
porque he de creer que el hombre ni aun su vida quiere
y verdaderamente de todo odio esta enfermo
y se complace al ver como la vida muere.

Acostado de espaldas,sobre el páramo inerme
viendo como indolente la conciencia duerme
grite entonces,con gritos tremendos, sobrehumanos,
que salían de mi pecho cansado y enfermizo:
"Es preciso que el hombre sepa amar a la tierra,
sepa amar a la planta y sepa amar al hombre
porque ellos son la puerta que lleva al paraíso
y ha de entrar por ella el corazón humano,
movido por el ansia de una consigna noble!..."

Julio Lazza
1/2/91